Nos dirigimos a Menorca la segunda gran isla de las Baleares, la más virgen de las mayores islas del archipiélago, donde el impacto urbanístico y demográfico no es tan acusado cómo podría apreciarse en la isla de Mallorca o Ibiza. Incluso sus dos grandes ciudades, Ciudadella y Mahón, no dan la sensación de núcleo urbano, en cuanto cuanto uno pone el primer pie sobre la isla, le invade una sensación, tranquilidad, despreocupación, sosiego, donde descubrimos sin lugar a dudas que es esa es la verdadera isla de la calma. Será quizás por ser el lugar más oriental de nuestra geografía donde uno mira el mar y ve que más hayá hacia el Este ya no hay más patria, como si no hubiera más mundo, solo un mar infinito, o será por la magia propia de la isla donde uno puede perderse e imaginar la soledad y la incertidumbre que sentían sus habitantes hace miles de años, hombres y mujeres s la deriva de un mar, al acecho de una hostil nnaturaleza, los cuales dejaron una identidad marcada que ha perdurado a lo largo de miles de años.
La cultura talayótica también se puede encontrar en Mallorca, pero es en Menorca donde encontramos poblados más grandes, distribuidos en toda la isla. Puedo decir que la sensación al adentrarme en uno de estos poblado fue abrumadora. Cerca de la ciudad de Mahón podemos encontrar uno de los poblados más grandes, el poblado de trepucó, a unos pocos minutos en coche, sorprende que a pesar de su acceso gratuito y la falta de vigilancia sobre ellos, esten tan bien conservado, es de agradecer el respeto que tiene la gente del lugar a tales yacimientos arqueológicos. En el poblado encuentro la famosa "taula " emblema de esta cultura, manteniéndose erguida cómo si no hubieran pasado más de tres milenios, y la neveta. El silencio invade el lugar, solo interrumpido por el motor de algún coche a lo lejos, el lugar es propicio, sin interrupciones, para imaginar como vivían y como realizaban sus ritos funerarios al rededor de esas pulidas roca.
Algunas fuentes asociaban la llegada de la cultura talayótica de la isla a los movimientos de los pueblos del mar que sacudieron el mapa de oriente medio en el 1200 a.C aproximadamente, aunque algunos expertos ponen en duda esa hipótesis, situando la llegada de estos pobladores en el siglo IX o VIII a.C. Estos pobladores dominaron la isla hasta la llegada de otras potencias de mayor poder, conviviendo con los colonizadores cartagineses que fundaron la ciudad de Mago ( actual Mahón) en el siglo III a.C , estos pobladores fueron testigos privilegiados de la primera guerra púnica entre Cartago y Roma, debido a su situación en el mediterráneo.
Volviendo a nuestra visita, sorprende la soledad que invade en estos llamamientos, no tienen la afluencia y atracción de otros sitios turísticos de interés, dejándonos seguir y descubrir a nuestro ritmo, todos los rincones del milenario poblado, lo que nos permite disfrutar más esta maravilla.
Al finalizar la visita y volver al coche otros visitantes llegaron al lugar, las visitas son así, a cuenta gotas. Con el coche atravesé la isla hacia el Noreste, a la costa de Fornells, me quedé imaginando a uno de esos primitivos isleños, mirando la inmensidad del mar y preguntándose que habrá más hayá.
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