Enero del 1936
Hay momentos en los que uno debe tomar una serie de decisiones. Y por ellas, nuestro país está empezando a padecer y pasear un estado de lucha interna que no sé muy bien dónde llevará.
Soy de Extremadura. Nací en Badajoz, pero mi pueblo de acogida fue Almendralejo. Y soy campesino. Sí, lo digo con la cabeza bien alta. Campesino.
Es probable que el hecho de que sea escritor haga de mí, un campesino diferente. Diferente al que ellos dicen, por lo menos. Un gremio al que muchos tachan de inculto y en el que yo me he colado para desmentirlo a base de letras.
Hace un tiempo ya, que no empapo papeles en tinta ordenada. Dejé de hacerlo cuando mi mujer, María, falleció por una neumonía, hace un año.
Ella sacó adelante a nuestros dos hijos mientras yo trabajaba el campo a la salida del sol y unía palabras en su ocaso.
Sólo tuvimos dos hijos, pues al tener el segundo bebé, tuvieron que extirparle el útero, para prevenir alguna enfermedad mayor. Y mayor o menor, fue una enfermedad la que se la llevó.
Ella lo dio todo por la familia y ahora la familia no puede darle nada a ella.
Nuestro primer bebé, fue una niña. Josefina. Siempre fue un amor de niña. Desde pequeña ayudó a mi María en la casa y gracias a su carácter tan marcado, le sirvió de gran apoyo moral a su madre, cuando ésta decaía y se venía abajo.
Josefina tuvo una hija cuando tenía veinte años. Y la tuvo sólo ella, porque el padre se dio a la fuga. A día de hoy la tengo sólo yo, porque la madre, mi hija, murió en el parto...
Escribo estas líneas viendo cómo Carmen, mi nieta, dibuja con carbón en un papel. A sus catorce años, está hecha una artista, cómo su abuelo, diría su madre...
Escribo estas líneas con el dolor del recuerdo que me invade el saber que algún día habrá que sentarse junto a ella para explicarle muchas cosas, cosas cómo decirle que María era su abuela y no su madre, como ella piensa.
Nuestro segundo hijo fue siempre un rebelde. Aunque siempre buscaba una causa. Y casi siempre la encontraba...
En casa siempre hemos dejado a un lado los sentimientos políticos para inculcar los sentimientos humanos. Siempre pensé que acogió todos aquellos principios desde el primer día. Que manejó su humildad allá por dónde esté. Pero un día se fue de casa diciéndome que no tardaría en volver. Y de eso hace ya, cuatro años.
Mi mayor dolor en esta vida es ese. La incertidumbre de no saber dónde está.
He visto morir en mis brazos a mi mujer y a mi hija. He sentido un puñal penetrar en mi interior lentamente. Pero el no saber qué ha sido del único hijo que me queda y lo único que podría quedarle a Carmen, una vez yo muera... Me hace sentir que esa lucha interna en la que decía que estaba el país, esté empezando dentro de mis propias entrañas...
Mi nombre es Claudio Murillo, un campesino y escritor viudo de cuarentitantos años.
Voy a dejar de arar mis tierras, para labrar las que deje a nuestro paso.
Voy a cambiar la tinta azul por la roja de quien se interponga en nuestro camino.
Ya va siendo hora de que Carmen conozca a su único tío.
Ya va siendo hora de que Emilio Murillo vuelva a casa. Su casa.
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