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martes, 29 de abril de 2014

Sagasta XVI: Sueños de paz.

Un ascenso fue lo que se ganó El Rubio al dar muerte al traidor de Riego. Mi vida entonces fue más fácil, seguí viendo a Pilar, a pesar de saber que era el contacto del espía republicano, a la fuerza, pero lo era. El Rubio lo sabía, pero no quiso entrometerse, me dijo que era mi problema y que sólo yo debía solucionarlo.

Mi vida en Cádiz nada tenía que ver con el hambre y la miseria que se vivía en el frente. Mientras yo me levantaba de la cama donde había estado arropado entre los brazos de Pilar, el ejército luchaba sin cuartel durmiendo en trincheras. Así pase el treinta y siete y parte del treinta y ocho, trabajando en el cuartel y amando a una mujer. Un placer de los que pocos podían gozar. Pero una cosa más en mi conciencia me reconcomía. Pilar sentía que engañaba a Santiago conmigo, se sentía mal. Yo jamás le confesé  mi encuentro con Santiago en Badajoz y como le quité la vida a aquel cambia camisas. Era algo que me había propuesto hacer al volver, debía partir, porque la hora más crucial de la guerra llegaba.


Franco desistió en su intento de hacerse con Madrid y tomó otra estrategia, la salida hacia el Mediterráneo. Tomo Teruel y se propuso su ofensiva hacia Aragón donde la conquistó, En Valencia seguía la lucha. Después de la muerte de Mola en un accidente aéreo, Franco era más líder que nunca, su objetivo era Cataluña, si la tomábamos, a Madrid  no le quedaba otra que la rendición. Los republicanos se reorganizaban en Cataluña esperando nuestra llegada.


Una gran parte del ejército esperaba en Zaragoza, a orillas del Ebro, las órdenes del mando. Una noche de Julio los republicanos iniciaron el contraataque. Sucedieron bombardeos y miles de hombres  que mellaron las fuerzas de nuestro ejército. Tal era el acoso a lo largo del Ebro que la batalla duró semanas antes de mi llegada. Franco decidió llamar a la batalla a hombres del levante y del sur para remontar en la lucha.


Nuestra legión cóndor contraatacó con todas sus fuerzas, los legionaria se atrincheraron en poblaciones localizadas en toda la orilla del río. Era la batalla más grande que había vivido, y la más larga, la sangría duró meses, miles de soldados en los dos bandos perdieron la vida. La batalla no era cuestión de quien era más fuerte, sino de quien aguantaba más. Durante meses vi a hombres morir a mi lado, como Navarro, una bala alcanzó su cuello, antes de morir se llevó a tres republicanos consigo . Otro chico joven, Andújar se apellidaba, lloraba sentado apoyado en la pared de una casa derruida, con sus propias tripas en la mano. El infierno se quedo ahí sobre las aguas del aquel río q se tiñó de rojo.


Siempre me quedará la duda de sí nosotros ganamos la guerra, o ellos la perdieron. En una ocasión la aviación republicana dejó colgada a su infantería, dejándolos solos a merced de nuestras balas. Aquellos hombres buscaban cobertura bajo los cuerpos de sus muertos. A la organización republicana se sumó el abandono de las brigadas internacionales, Francia retiró su apoyo a la república, el país galo junto a Gran Bretaña pacto con Hitler la invasión a Checoslovaquia por parte del país germano. Sólo les quedaba la escasa ayuda de la Unión Soviética mientras nosotros contábamos con la ayuda de Alemania e Italia. Sin duda los países vecinos preferían en nuestro país un gobierno comandado por nosotros que no otro país comunista en caso de la victoria republicana.


Casi cinco meses después nuestro ejército al fin consiguió avanzar. Era cuestión de tiempo nuestra llegada a la capital catalana. El fin de la guerra era cuestión de tiempo ¿era excesivo el precio a pagar? Casi tres años de muerte, hambre y miseria me daban la respuesta a la pregunta. Ya quedaba menos para reunirme con mi familia.











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